Crecí con el reproche "de mis mayores" que mi generación estaba vacia y que no peleaba por nada. Consumismo y frivolidad fueron los estigmas que se me repitieron hasta el cansancio. Me lo creí y siempre tuve nostalgia de esas marchas y consignas que en mi país fueron siempre caricatura. Como suele pasar, el conocimiento me dió en la madre y de tanto buscarle al mito, éste se desvaneció; me sentí timado. Lo que hace o deja de hacer mi generación es a lo mucho resaca de tanta cursileria.
Mi manifiesto es el mismo del famoso discurso de Nicolas Sarkozy en Bercy que llama a "Liquider les héritiers de Mai 68" y mi sensibilidad está en los adjetivos que le regala a la década Cristopher Domínguez Michael este domingo en El Ángel (Reforma, 18/11/2007) a propósito del degenerado de Norman Mailer:
"Todos tenemos alguna grave culpa que achacar a los 60 y no pocas virtudes y noblezas que reconocerles, pues ya se habla de aquella década otorgándole la categoría de la Revolución Francesa, de un conjunto de fenómenos de un alcance histórico extraordinario. Mailer es uno de los demiurgos de aquella creación y su genio está, tal cual se lee en "Los ejércitos de la noche", en haberla preservado en su algarabía y en su relajo, en su fanatismo autoritario y en su temple a la vez libertario y antiliberal, a través de la honradez de su fraternidad y de su boba altanería de revuelta de señoritos."
No, nada le debo. Y si le debo sólo será mi dolor de cabeza...
Rafael Tobias, psiquiatra.