domingo, diciembre 19, 2010

"La tristeza es tu peor enemigo."

Parece verdad de panfleto y máxima de libros rosas, pero quizá es tan importante saberlo que vale la pena publicarlo en donde se pueda:
"La tristeza es tu peor enemigo."

Aliado de los peores vicios y amargo de todas las lágrimas (hay lagrimas dulces), la tristeza es la enfermedad más sutil y dolorosa del alma. Es una contradicción con una sola paradoja: la melancolía, territorio de poetas y músicos cuyo genio ha logrado encontrarle un sentido para salir de ella.
En este diario de desvelos se habla mucho de saudades (el arte portugués de sentir la melancolía), y siempre de madrugada el corazón del trasnochado autor se expresa en fados. Respeto la manía de inspirarse en el frío de la horas diurnas, aunque me parezcan resabios de oraciones en viejos conventos que nunca conoceré.
Por mi parte hago una declaración que sólo a mi me importa: nunca escribo triste. Siempre escribo después de la tristeza. Durante ella sólo existo como en el vacio y mi existencia afirma vivir para la nada. El diálogo con la tristeza es cantarle a la muerte.
Termino mi incursión en esta bitácora con un epílogo a mi carrera de letras:
"Salir de la tristeza para vivir el instante, instante en el que te escribo para que en estas letras de alguna forma, te reconozcas."
Eleuterio Salvatierra, desde una Lisboa eterna y siempre leal.


martes, diciembre 14, 2010

miércoles, octubre 27, 2010

Escribir como exorcisar



"o, beware, my lord, of jealously!
It is the green monster which doth mock,
The meat if feeds on."
Iago. Act III, Scene 3.
Othelo, Shakespeare



Así como el hombre entra a la política porqué siente que algo le falta, el escritor realiza lo suyo porque siente que algo le sobra.

Algo incómodo o algo que lo asfixia, a veces algo como una sonrisa o una lágrima.

Nuestro gremio es el de las soledades concurridas que piensan en escribir para ver si en alguna letra se queda aquello que las acompaña como sombras de medio día.

Hoy por ejemplo no aguanto la bola de pelo en la garganta; quizá sea un corazón roto que busca caerse de nuevo. Quizá sea la esperanza que se asfixia.

Diría algún verso:

"Cenizas y soles que caen, angustía de colibrí que no vuela demasiado rápido"-

Todos nuestros versos, todos para exorcisar una idea, un aroma o una cabellera negra.

Este que no es verso, para exorcisar los celos; celos de un idioma extranjero y de un fantasma que no conozco pero me acecha como sombra de medio día.

Rafael Tobias

viernes, octubre 01, 2010

Zamba para no morir



Que grande era Mercedes Sosa. Tan grande como los poemas de los poetas latinoamericanos que se recitan en la primaria cuando le da a uno por concursar y a los padres por aplaudir.

Escribir es un acto que requiere un pretexto y el mio es la Negra del Uruguay. La que no conocí sino hasta que ya estaba bien muerta.

Pienso en Uruguay y pienso en Paraguay y pienso en ella, la que olvidé para que me olvidara y hoy esta por acordarse de un tipo gordo para siempre.

Pienso en la tristeza del abandono y en los corazones rotos. En los olvidos y los "ya me acuerdo"...

Escribir es un acto de soledad y por ello le hace el amor a la noche fácilmente. La noche siempre esta sola, de sol y de gente, los nocturnos no somos gente sino sombras que alguien escribe, somos pensamiento que se vuelve sueño solamente.

Que grande es escribir para acordarse de Mercedes y de los amores peregrinos, en cualquier noche, que cualquier es buena para cantar las saudades y los ayeres. Uno envejece mientras duerme; la noche es eterna.

Rafael Tobias

miércoles, julio 28, 2010

Autorretrato



Me acuerdo que se reborujaba el pelo chino con cierta desesperación. Estaba de pie, muy erguido. A alguien esperaba frente a una iglesia que parecía estar en completo abandono desde épocas inmemoriales. Se entretenía mirando con expresión burlesca a las personas que iban pasando. Fue tanta la curiosidad que me causó su ridículo atuendo que me detuve unos minutos a analizarlo, escondiéndome detrás de un mezquite.

Se trataba de un tipo más bien narizón y de cara un tanto larga. Se había atrevido a ponerse un traje de terciopelo rojo – como el del tío Francis, pensé – y se apretaba el cuello con una corbata muy delgada. Demasiado delgada. Por el bolsillo superior del saco le asomaba, en desorden, un pañuelo de rayas rosas y azules. Creo acordarme que de un momento a otro se empezó a poner nervioso, y en su inquietud de pronto recargó la suela del zapato derecho sobre la pared que le quedó más cerca. Se rió, tal vez al darse cuenta que imitaba la famosa postura de la garza, y sin querer enseñó un calcetín que cazaba con el diseño del pañuelo de colores. La ridiculez de su vestimenta – decidí en ese instante – podía pasar por divertida. Creo que fue cuando yo estaba llegando a esta conclusión que me vio. Su expresión había pasado de lo burlesco a lo melancólico. Me miró durante un tiempo que yo juzgué demasiado largo. Luego, mientras se ajustaba las mancuernillas con gesto que quería disimular su nerviosismo, se volteó y caminó hacia la banqueta, alejándose de donde yo estaba. Con fingida calma se subió a una motoneta gris, vieja pero simpática, y se fue zigzagueando entre los coches.

Diez años después lo volví a ver... y lo reconocí. Estoy segura que él también me reconoció a mí. No sé si en verdad haya borrado ese momento de su mala memoria, pero algo me dice que se niega a aceptar que me recuerda.

Hoy lo conozco bien. Pero aquel día, afuera de la iglesia, nunca hubiera creído que ese joven que se paraba como garza fuera tan corajudo y tan atormentado. Un sujeto que me pareció a primera vista nervioso resultó ser un gran aficionado a postergar sus obligaciones y un experto en prolongar las horas de la mañana recargando la cabeza en la almohada. Sin embargo, su carácter es contradictorio: así como puede ser de una pasividad absoluta y alarmante, cuando está de buen humor es capaz de sentarse a escribir frente a la computadora durante días, descansando solamente para leer algunas páginas que alumbra con la tenue luz de una lámpara adornada con pelos de chivo.

Maclovio Colunga (DdY)

sábado, febrero 06, 2010

5am




Solo sé escribir de madrugada, siempre pensando ser ese sol que quiere levantarte de un sueño que no has tenido, pensando en la curiosidad de la noche que no tuviste, el insomnio que te abraza después del pecado.

Me propongo ser para todos los que leen perdidos estas líneas, para todos y en especial para ti a quien no conozco.

Para los enamorados que duermen sin soñar y para los que sólo sueñan, aunque nunca duerman.

Para el que las cinco madrugada es una hora compartida de soledad tan concurrida.

Para ella a quien olvidé y que no puede olvidarme. Para quien ya me olvidó y estas líneas siempre han tenido su nombre.

Para el amigo, para el que me detesta. Para ti que no te importa y para el que cree que ya esta cansado. La fatiga también es inspiración.

RT




Acerca de mí

COSAMOSTRA es el heterónimo colectivo de 7 que se encontraron por azar, se reunen por necedad y han decidido escribir por necesidad.
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