Escribir en la Cosa Mostra requiere que me olvide un momento de mi "mejor" yo; ese que a diario muestra la cara e intenta seducir al mundo y sus teatros; esconder al actor y tirar el telón. Esconder los aplausos del tedio y callar a la orquesta de mis ecos. Significa desvelarme y decidir que el mañana que ya es hoy estaré jodido y como durmiendo y como que sin sueño. Significa escudriñar la noche de todos mis recuerdos y sentir nostalgia, sentir como que me llaman, como que gritan el "quién vive?"
Y todo esto a que viene. Pues a lo de siempre. A una mujer que me pidió que escribiera algo. Y es que en el fondo toda mujer pide que le escriban. Algunas lo piden con una sonrisa, otras con una cachetada, otras con un rato de sexo. Ella fue más simple (siempre extraña ella) y tan sólo me lo mencionó, como quien no quiere la cosa, como si fuera la hora la que me preguntara, o me hablara del clima. Y ni para dónde hacerse. Como el cristal uno estalla a determinada frecuencia. Y ella siempre le atina, así como quien no quiere la cosa, como si la hora, como si de el clima se tratara.
Escribirle a usted (ahora le hablo a ella) no es cosa fácil. Y es que usted es, ya lo dije, una persona extraña. Y no por ser mujer, sino por ser extraña. Como una palabra que no termina de pronunciarse, como palabras, diría el poeta, pronunciadas por otros, palabras que esconden palabras más grandes.
Me cuentas de ti, que hoy estas lejos, muy lejos de mi, como si una cara de la moneda le cuenta a la otra cara lo que esta viendo. Yo no veo nada aunque todo lo sienta. Aguila y sol podría ser nuestro poema. Y es que, extraña, eres una lejanía que se toca. Y mira que te he tenido cerca, muy cerca, te he visto respirar de noche y muy cerca. Siempre muy cerca, pero como de otra época, como si me contaran a mi el cuento, como si te viera a través de una pintura de esas viejas: la vida en sepia.
Escribirte mi querida extraña ciertamente no es una declaración de amor, ni un inicio, ni un final. Menos un "en medio". Un testimonio si que lo es. Un homenaje que apenas se susurra a todas las letras que entre nosotros han corrido, a todas tus cartas y a todos tus desvelos.
Aqui tienes el mio.
RT
Y todo esto a que viene. Pues a lo de siempre. A una mujer que me pidió que escribiera algo. Y es que en el fondo toda mujer pide que le escriban. Algunas lo piden con una sonrisa, otras con una cachetada, otras con un rato de sexo. Ella fue más simple (siempre extraña ella) y tan sólo me lo mencionó, como quien no quiere la cosa, como si fuera la hora la que me preguntara, o me hablara del clima. Y ni para dónde hacerse. Como el cristal uno estalla a determinada frecuencia. Y ella siempre le atina, así como quien no quiere la cosa, como si la hora, como si de el clima se tratara.
Escribirle a usted (ahora le hablo a ella) no es cosa fácil. Y es que usted es, ya lo dije, una persona extraña. Y no por ser mujer, sino por ser extraña. Como una palabra que no termina de pronunciarse, como palabras, diría el poeta, pronunciadas por otros, palabras que esconden palabras más grandes.
Me cuentas de ti, que hoy estas lejos, muy lejos de mi, como si una cara de la moneda le cuenta a la otra cara lo que esta viendo. Yo no veo nada aunque todo lo sienta. Aguila y sol podría ser nuestro poema. Y es que, extraña, eres una lejanía que se toca. Y mira que te he tenido cerca, muy cerca, te he visto respirar de noche y muy cerca. Siempre muy cerca, pero como de otra época, como si me contaran a mi el cuento, como si te viera a través de una pintura de esas viejas: la vida en sepia.
Escribirte mi querida extraña ciertamente no es una declaración de amor, ni un inicio, ni un final. Menos un "en medio". Un testimonio si que lo es. Un homenaje que apenas se susurra a todas las letras que entre nosotros han corrido, a todas tus cartas y a todos tus desvelos.
Aqui tienes el mio.
RT