Altivos de ardiente tentación de amor,
cautivamente se secuestran los suspiros
que aúllan a la luna en las noches obscuras.
Sin saberse,
se miran el corazón por los ojos
y descubren el cosmos.
Solitariamente abrazados se destierran de su ser
y convierten la vida en un infinito séptimo día.
En un arroyo virgen
se entrelazan con la tierra fresca
y ternura de creador.
Llorando el desembarco de la inmortalidad
que los separará,
al uno del otro,
que son dos y son uno,
se descubren temblorosos en la noche.
Se sufren así,
el uno con el uno,
una lágrima, un beso,
un momento, una pasión.
Revelan a los huérfanos de hombres
que sólo se tenían
y solo la ella perturbaba.
Escondidos buscan líneas,
encuentran cordilleras,
ella a el,
retozando en desfiladeros,
el a ella.
Por la noche descubren el espejo,
le roban sus estrellas para alumbrar
al suyo amor.
Tomando violentamente el farol oscuro
que transluce a los dos enamorados.
Su corazón es siempre uno,
llora y ríe,
goza y sufre.
Pero son dos, él y ella.
El uno por el uno,
el otro por el otro,
así siempre suspiran
y siempre se encuentran,
se abstraen y se realizan,
se crean y se destruyen.
Siempre llama.
Uno, dos y un tercero que son los dos.
lunes, junio 19, 2006
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- La Cosa Mostra
- COSAMOSTRA es el heterónimo colectivo de 7 que se encontraron por azar, se reunen por necedad y han decidido escribir por necesidad.
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1 comentario:
Supongo que ese tercero es la progenie, no? La paradoja del amor, si reamente lo es el tercero deviene a conformar la unidad ¿trinitaria? si no, es la sucesión mounstrosa que tanto temía Borges...
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