domingo, octubre 28, 2007

25 horas en Belgrado....



Te vas a Belgrado mañana. ¿Perdón? ¿A donde? Bielorrusia fue lo primero que me vino a la cabeza, Google Maps me sacó de la duda; partía con rumbo a Serbia, una de las repúblicas de la ex-Yugoslavia. Sólo entonces recordé una larga (y confusa) conversación que hace algunos años sostuve con un estudiante Serbio, quien me detalló la historia de su país desde la segunda Guerra Mundial, pasando por Tito, Milosevic y el bombardeo de la OTAN en los noventas. Me apresuré en convenir mis arreglos de viaje, presentaciones Power Point y alguna lectura turística para las pocas horas que tendría libres.

El ambiente era arquetípicamente del viajero de negocios: taxi al Charles de Gaulle, escala en el ultramoderno aeropuerto de Zurich, “business–class lounge”, sonrisa hipócrita de la azafata, una noche in-situm, hotel opulento (con un piano bar llamado el “New Orleáns” y spa apto para un magnate ruso), una presentación en la mañana, taxi de regreso, etc.

No fue del todo convencional. Lo primero de lo que me percaté al llegar a Belgrado, es que todas las mujeres, sin excepción, eran bellas. Desde las empleadas del aeropuerto, las transeúntes, las meseras, las recepcionistas… Un funcionario del Banco Mundial me aclaró el punto esa misma noche: “es algo en el agua” -dijo sin titubear.

Imposible fue buscar un taxi convencional rumbo al “business center” que acogía la conferencia, sólo había individuos de facha hostil, gafete al pecho con la leyenda “taxi”. Una vez aceptando mi suerte, un abigotado sujeto me llevó en sus auto particular, la tarifa fue digna de un país fundador de la Unión Europea.

El camino fue amable, y me dispuse a ver con atención desde mi ventana: la carretera boscosa que te lleva a la ciudad, entre dos ríos, con dejos europeos (calles, iglesias, puentes), neblina permanente, atascada de edificaciones soviéticas, grandes, sobrias, grises, graffiti, platillos de televisión satelital saliendo de cada ventana, soviéticos también los coches, tranvías y camiones. Sólo la vista hacia las afueras asomaba rasgos de reciente prosperidad: zonas de edificios nuevos, de vidrio y acero, de muy mal gusto en su mayoría.

Mucho impactó me causo ver algunos edificios bombardeados por la OTAN que se mantienen todavía en pie, tal vez como recuerdo histórico, pero también como atracción turística creo yo. El cuero se me enchinó conforme los pasábamos, nunca había visto un edificio bombardeado, y la estela que deja en el ambiente es penetrante.

El afamado “business center”, se encontraba en uno de los edificios mas altos –y soviéticos- de la Ciudad (pero no más que uno cuya cima sostenía una especie de platillo volador del cual emergía una antena de transmisión enorme). Había llegado, subí en uno de los ascensores más viejos en que me había montado en mi vida, hasta el piso 20, el último del edificio. Cada que paraba en un piso, las puertas del ascensor tardaban alrededor de 30 segundos en abrirse, medio minuto en los que la imaginación vuela en materia de aventuras posibles. Estaba tranquilo, pues un teléfono rojo de emergencia, con letras de un idioma por mi desconocido y todavía con el sistema de la “ruedita” colgaba de la pared. Si algo pasaba, pensé, el teléfono de fabricación rusa seguro me sacaría de cualquier apuro.

Esa noche una caminata por el centro fue lo ideal, calles netamente europeas y lo que parecía ser una vida nocturna vibrante. Mi grupo de acompañantes me lo confirmaría posteriormente: “the nightlife is amazing, for example, this street is called Silicon Valley, and not exactly for its high tech industry”. Nosotros nos limitamos a cenar y tomar unos tragos en un restaurante llamado “Dorian Grey”, exquisitamente decorado, como exquisitamente vestido estaba el capitán de meseros, todo hacía sentido. Conforme nosotros regresábamos al hotel, grupos de jóvenes con vestimentas de piel y tenis puma caminaban las calles en busca de vodka y música eminentemente electrónica.

A día siguiente tomé un taxi en la calle desde el “business center” (cuya descripción omito por falta de creatividad) rumbo al aeropuerto, el cual curiosamente me cobró un tercio de lo que me cobró el primero. La música en absolutamente todos los taxis era la misma, popurrís de música americana, desde el Twist hasta los Back Street Boys.

Dejé Belgrado con ganas de explorarlo a fondo. Y pasé del ambiente medio europeo, medio soviético, de nueva opulencia y apretura, pero con la herida perceptible de los bombardeos, a ese limbo del viajero de negocios, con exactamente la misma azafata sonriéndome, ofreciéndome una toallita facial y el Financial Times como lectura… vaya cambio de paisaje.

Pentecostés Segundo

sábado, octubre 27, 2007

Bolaño le responde a Tobias

"En México lo esperaban sus amigos, la noche del DF, la vida de los poetas"

Auxilio Lacouture, en Los Detectives Salvajes de Roberto Bolaño

Odiseo Chilango




Un sentimiento extraño nos embarga a los chilangos cuando viajamos. Salir de la ciudad es siempre una alegría. Salir a la "provincia" supone un regreso a los origenes. Y es que, al menos en el sentimiento, el verdadero chilango cree que es de otro lado y que la vida esta en otra parte. Como un Ulises tropicalizado, nos embarcamos en nuestra personal Odisea desde cualquier parte y por cualquier medio (aunque gracias a las lineas areas de bajo costo, ahora muchos inauguran el avión -lo que ha multiplicado "el persinamiento" antes del despegue según he podido constatar-).


Si es cierto que la identidad surge del contraste, el chilango tiene la maldición de creer que todo lo de afuera de alguna manera le va a parecer conocido, la novedad como déjà vu. El Chilango es platónico. Quizá de ahí provenga la asimilada idea, hoy patrimonio nacional, de que los defeños no somos las personas favoritas más allá del EDOMEX. Verdad que en el DF no solo hay gente de todos lados sino demasiados de todos lados. Como me decia una amiga de Tijuana: El DF es un resumen mal hecho de México (p.d. no supe que contestar).

El domingo regresé de Chiapas y venia pensando todo esto cuando empezé a ver los caserios grises (en permanente obra negra) que rodean al aeropuerto citadino (también en obra permanente). Como Aquiles, el regresar supone sentirse desconocido, como si en nuestra ausencia el tiempo y el espacio nos hubieran jugado una broma y aunque en apariencia todo siga igual algo muy adentro nos advierte que aún aquí somos extraños. La melancolía de quien regresa de un viaje siempre ha existido. En nuestro caso, es la melancolía de sentirse demasiados, de perdernos, de ser devorados. Lo incomensurable nos asusta pero también nos reconforta: la multitud siempre será una locura, la nuestra una bella locura. Por lo demás hoy regreso a trabajar... como diría el poeta, la resignación se encarga de arreglar casi todo.

Rafael Tobias (texto publicado en el "Blog de la Ciudad" del Reforma)

miércoles, octubre 24, 2007

De concursos de belleza...



Si hay un tema que siempre despierta polémica es el de los concursos de belleza. Para unos es la celebración de la belleza femenina mientras para otros es la trivialización de la misma. Después de un siglo de movimientos feministas la reflexión no deja de ser interesante. ¿Quiénes son estas mujeres que cautivan los ojos de las cámaras y la imaginación de quien las observa? Nos acostumbramos a verlas en pantalla y espectaculares, en revistas y aparadores. Siempre sonrientes nos miran sin mirarnos y nos seducen con un estilo de vida al alcance de la tarjeta de crédito. Para sus críticos musas del consumismo, para el hombre y la mujer de a pie reflejo de un subconsciente colectivo. De todos los escenarios que conforman el teatro del mundo, el de la belleza es sin duda el más presenciado y el menos conocido. Su encanto parte en mucho precisamente de ese misterio ambivalente.

Rafael Tobias

(Algo más en: http://senoritatec2007.blogspot.com/ )

miércoles, octubre 10, 2007

domingo, octubre 07, 2007

La Mostra plutocrática y el Club 51

Una buena pintura amerita de un buen marco. Todavía más, una pintura mediocre puede hacerse grande con un buen marco. Así un sujeto medianamente retratado pero encerrado en un cuadro de grandes bucles y racimos de madera dorados adquiere cierta majestad y nobleza (vaya del siglo XVIII si se quiere). Así un caja de zapatos sin chiste pero encerrado en el MOMA adquiere el mote de obra de arte y un precio que alimentaría un pequeño país.
En fin, con eso de que en todo la forma es fondo ya todo es instalación: Me instalo, ergo suum.

En sociedad, la conversación también requiere sus marcos adecuados. Y hoy en la Ciudad de México si se va a hablar de PODER el marco es, o pretender ser, el piso 51 de la Torre Mayor. El lugar ya habita en el imaginario colectivo del chilango aspiracional. "Atrás quedó el reinado del Club de Industriales!" parece gritar la nueva generación de los que ocupan sus membresias (convenientemente más baratas).

Hace unos días Tijuanej, Tobias y Pastora se apostaron desde su terraza. El vértigo del poder es el vértigo de la altura. Igual de ilusorio e igual de atractivo. Hipnotizados por el mar de luces que se extendía en el valle de asfalto y ejes a nuestros pies. Desde ahí la poesía es cortesana y la obra de arte es un commodity. Aún la bella dama que nos condujo desde el lobby de la alta torre hasta el humo del tabaco que nos esperaba, no era la musa sino la corona del hombre. Pastora sufre.

Al fondo un grupo de jazz tocaba en vivo alguna canción de Ella Fitzgerald. Como los jeans, el jazz se ha vuelto aristocrático y entra en la éstetica de lo "cool".

A golpe de Buchanan's Tobias se embriagaba y veía napoleonicamente su país, el mismo que en la mañana había visto tumultuoso y violento en las entrañas del sistema colectivo METRO. Para colmo Pastora le soltó que tenia parecido con Ugalde, el del IFE. Tobias sufre.

Tijuanej mientras tanto deambulaba por el lugar simulando una llamada del mismismo Redentor por su celular. Notese que para la ocasión el conocido nómada se había quitado sus habituales ropajes de viaje (sombrero Panamá, chamarra guerrillera y morral), para usar un impecable traje sastre, raya de gis y "a su missura". Alguna dama lo veía con simpatía y el sujeto a su lado con perspicacia. Por su parte Tijuanej evaluaba el mobiliario. En efecto, conocía al decorador y sospechaba que había algunos libros y artefactos por ahí que se sustrajeron de su biblioteca.

La noche proseguía y la Mostra adoptaba nuevos mostros que bebían con ella, los textos de Noami Klein se mezclaban con las anécdotas de otras noches como esta. A lo lejos el rumor de la ciudad que nos mira incendiando el cielo sobre nosotros que oculta todas sus estrellas. Ya lo decía Chesterton, el pecado de la torre de Babel no fue ascender sino creer que a las estrellas eran demasiado pequeñas y nosotros demasiado grandes.

Las grandes ciudades, la modernidad misma, ha pretendido la muerte de las estrellas que ya no se ven en sus noches iluminadas por el neón. A falta de ellas ha pretendido colocar nuevas en altos edificios que rascan el cielo. El cielo sufre y quiere volver a confudir las lenguas. Sin embargo hay demasiadas academias de idiomas.

La noche paga la cuenta del lugar y la Mostra se despide en elevador en el que abruptamente Pastora exclama: "Bajamos en chinga!". Nadie dice nada, quizá la frase fue demasiado poderosa y verdadera. En las afueras siempre hace frio.

Rafael Tobias

martes, octubre 02, 2007

El regreso de Coyoacan Joe

Después de meses de incertidubre sobre la existencia de Coyoacan Joe así como de teorias que iban desde que era hijo natural de la Tigresa (del oriente), hasta que sus "versillos" contenían mensajes subliminales properredistas, por fin se aclaran las dudas. Coyoacan Joe concede su primera entrevista. Nótese uniforme de secundaria federal y dificultad notoria para estructurar frases. Por cierto amenaza con hacer Condesa Joe. RT



Si no han visto el video original, pulsen aqui

lunes, octubre 01, 2007

Algo para conmemorar un poema

"La eternidad enamorada del tiempo, le ama y le desprecia, lo primero en el instante lo segundo en lo mortal."


Hoy se celebra 50 años de un poema que es más manifiesto que poema, Piedra de Sol de Octavio Paz. Cadencias de erotismo y de identidad, música para la letra del Laberinto de la Soledad. La Mostra celebra el nacimiento de un poema como la conversión de un pecador. Ante la mierda del mundo: la palabra. Enhorabuena.

Otra buena (mejor) reseña en el blog de Silva-Herzog
La frase que abre este post no es del poema original, su origen, mucho más humilde, el libro de recortes de la pubertad de Tobias (entre cosas más innobles), que trataba de opinar sobre una obra de arte. Por supuesto el crítico siempre es sacrificable.

Acerca de mí

COSAMOSTRA es el heterónimo colectivo de 7 que se encontraron por azar, se reunen por necedad y han decidido escribir por necesidad.
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