La Maga regresa a la Mostra con esta joya que recibí hace unas horas en el buzón de mi piso. No más introducción. Que el texto justifique el reencuentro.
R.T.Mi Porteña
A partir de ti me hice traveler y contigo huí. Tu no lo sabes, pero yo te escondí debajo del abrigo aquella noche de invierno. Salí de Lavalle rumbo a Ezeiza y dejando Palermo, con lágrimas en los ojos entendí que alguien me deletreaba. Por fin lo supe, lo sentí. Y por eso te lleve conmigo; como poder dejarte. Tenías que ver el mundo y darte cuenta a través de mis ojos de lo linda que eras.
Mi Buenos Aires, me hiciste traveler. Me hiciste descubrir esa alma de pirata escondida en mis entrañas que más allá de mi, e incluso sin preguntarme, me incita a emprender el viaje nuevamente, cuando la calma ha llegado de vuelta a mis días y yo no puedo más que seguir queriendo conocer el mundo.
Quien iba a pensar que aun con esa particularidad viajera que despertaste en mi, me vería tan ingrata como para olvidarte ocho años. Como para suspenderte en el aire de mi memoria.
Sin embargo, siempre estuviste conmigo, y ahora que vuelvo es como si yo aun siguiera en ti. Me atraviesan las venas tus calles, la milonga de tus avenidas, el tango de tus callejones. En el sabor están los alfajores y un buen vino acompañado de inquietantes y ricas charlas. Por mis ojos veo mis años dulces, las horas largas del colegio, las faldas a cuadros y el timbre que dejaba escapar todo misterio, haciéndose tardes de te, noches de fiesta. En mis manos están tus brisas, tus tormentas ingratas, tus fríos y ese cielo azul que alcance tantas veces y que deja que toda luz aparezca de cualquier obscuro. Por mi nariz, los ritmos de mi andar que regresan en olores a albahaca, mate curado y masitas recién hechas.
Y ahí estaba yo ahora, nuevamente en ti, viendo la sombra de mi antigua esencia corriendo por Libertador, caminando en Puerto Madero, saboreando un helado Freddo que me parece sabía a dulce de leche. No podía dejar de verme, de taxi en taxi, por la salida del subte, esperando el colectivo. Frente al obelisco, en el Reloj Ingles, en el Tigre y la Costanera. Durante la tarde… caminando por las Heras. Otra vez en Recoleta, justo a lado de Evita, soñando con un cortado y pidiendo mejor una lagrima en la Biela. Que vieja la gente de la Biela, ¿me estaré haciendo vieja yo también?
Otra vez, atravesando Salguero, deseando Alcorta, llegando a Bulnes, buscando Rufino de Elizalde, para darme cuenta de que mi viejo apartamento estaba ocupado. ¿Cómo puede estar ocupado? Si yo me quede ahí, todo este tiempo, ahí he estado, fiel, siempre. O más bien tu conmigo, en nostalgias. Tu con tu corazón en mi mano y yo con el recuerdo de los años, de la gente que hoy tanto quiero, del haberte descubierto, de haberme hecho un sitio en ti.
Y ahora que soy traveler y que me enamore de Cortazar queriendo ser Maga, que juego a Oliveira entre cronopios, que brinco de rayuela en rayuela esperando que un Borges descubra quien soy, te reconozco tibia en verano y eterna en invierno. Y me se. Y me creo. Y si resulta vanidosa mi sapiencia, en realidad no puede importarme menos. Ahora sabes ya lo linda que eres, y lo sabes a través de mi y de mis ojos. Ahora se yo que no debí suspenderte en mi memoria y que parte de mi se encuentra solo a través tuyo. Quien intente conocerme tendrá que conocerte a ti en algún momento. Y al final de los recuerdos estaremos tu, yo, tal vez todos.
Viente u ocho años, mi Porteña, lo sabes bien, no es nada.