Retrato
Mi hermanastro Tobias y yo somos hijos de la misma madre. Nuestros padres son diferentes. El padre de mi hermano – lo llamaré hermano de aquí en adelante, pues para mí lo es –, el padre de mi hermano, decía, es americano y a América se lo llevó. Mi padre es Europeo y en Occidente me quedé. A los seis años heredé toda su fortuna, a los doce me estafó un contador, a los dieciocho conocí la música electrónica, a los veintitrés ya tenía un bar en Ibiza. Las fortunas se recuperan después de todo. El ambicioso contador tenía casi todo el dinero en una cuenta en las Islas Caimán; pagaba las cuentas de su hija: una mulata que asistía a clases en Harvard. No encontré el menor reparo cuando entregué al culpable, ni cuando supe que su hija perdería los estudios y el pudor en manos de un estadounidense. A veces uno puede ser una mala persona.
Entre trago y trago, veo el nuevo amanecer. Esto no se trata de una confesión, pero diré que he llevado una vida mas bien cómoda, disipada y pecaminosa para algunos. Hace un par de años encontré a mi hermano en un bar de Madrid. Cruzamos algunas frases y lo invité a tomar varios tragos, muchos tragos. Después de una semana, lo acogí en mi casa de Ibiza. Entre las numerosas discusiones, le dije que a mí me interesaba la literatura y las artes. Él pareció sorprendido. Yo no.