viernes, octubre 27, 2006

Tienes dos cosas que quiero


La Cosa Mostra presenta otro polémico texto de Lorenzo Matías. Alguna buena conciencia sugirió que de ahora en adelante se añadiera el texto: "Las opiniones emitidas por los autores de los textos no representan necesariamente el sentir o parecer de la Cosa Mostra".
No nos tomamos tan en serio.
Disfruten o rechinen los dientes. En todo caso lo van a leer. Sabemos que lo harán. ¡Arriba el morbo!
Atte. El equipo de la Cosa Mostra




Conocí a Cristina en ese sitio de la playa donde te sientas a tomar la brisa, un café o una cerveza y acompañas todo con un periódico. Estaba linda la tía: ojos azules, dos trenzas rubias, labios de esos que muerdes con cierta vergüenza, con temor a lastimarlos. Ella fumaba y bebía un espresso, en la mano derecha un libro de poesías de San Juan de la Cruz. Me senté dos mesas cerca, al acecho, sólo que esta vez, un cierto gusto, más intelectual, me impedía quitarle los ojos de encima. Le pedí a José un espresso italiano: Mira Lorenzo, me dijo, que se nos ha descompuesto la máquina. ¡Al carajo José!, ¿esa chica se lo ha comprado en otro lugar o qué? Él me respondió que apenas le habían preparado el café, la máquina había dejado de funcionar. Pedí entonces una copa de vino, me le acerqué a la tía de ojos azules y sentándome en su mesa: Tienes dos cosas que quiero. ¿Sólo dos? No, la verdad es sólo una. ¿Una? Sí, una. ¿Y cuál es, si se puede saber? Un espresso. ¡Llévatelo está a la mitad! Gracias, y tomé la pequeña taza con la mitad de café.

Regresé a la mesa donde la copa de vino me estaba esperando. El café estaba frío así que lo bebí de un sorbo, luego pedí el diario y me entretuve con un artículo sobre la música africana, cuando levanté la vista ella se había sentado en la mesa: Tienes una cosa que quiero. Yo creo que es más de una, le dije bebiendo un sorbo del vino. No, es sólo una. ¿Y cuál es, si se puede saber? Se levantó de la silla y pegó sus labios a los míos: Vino, me dijo.

Pasé por ella a las nueve, la muy maja se había vestido de rojo y se veía preciosa. A las doce la invité al bar y en el bar, el error trágico, el destino y una mulata de ojos color miel, se lo llevaron todo a la mierda. Al menos así lo pensé en aquel lúgubre momento. Traté de explicar la situación, pero ella era demasiado lista para ser rubia: ¡Adiós Lorenzo! No llora por haberle amor llagado / que no vale la pena verse así afligida, / aunque en el corazón está herida; / mas llora por pensar que está olvidada. Juan de la Cruz, por supuesto.

Compartir con una sola pareja por el resto de los días es un acto común. La fidelidad es una de esas virtudes que gustan algunos hombres y algunas mujeres. Yo creo que es un acto más bien masturbatorio, que consiste en amarse a uno mismo en otra persona. No puedo mentir con Cristina, era una tía muy guapa y muy lista. ¿Por qué cambiarla por la mulata? Cristina no tenía ese sabor candente en el culo, tampoco tenía esa piel oscura, tremenda. Cristina era la esposa, la guapa, la dama como diría Jaques Lacan y estudiaría Slavoj Zizek. Y con la dama no se fornica porque representa el ideal, lo inalcanzable. Acostarse con Cristina sería quitarle el encanto. Acostarse con la mulata es un acto que se desprende naturalmente, es la inercia vital. Cuando se fornica, se fornica y punto. A joder con las cursilerías, con la cabeza. Un encuentro causal y casual.

La única manera de disfrutar de los dos flancos, Cristina y la mulata, es por separados, jamás unidos porque uno suprimiría a otro. Además está la prohibición del adulterio, lo cual no apoyo. Si te has cargado con un compromiso, pues lo cumples, por ello el adulterio es superado por la promiscuidad, en la cual, el acuerdo racional y civilizado, recuerda que somos seres humanos. De ahí la variedad, quien quiera ser sommelier, que pruebe de todos los vinos, que no se case sólo con uno.

Lorenzo Matias.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gracias Lorenzo... Una vez mas demuestran, hombres, su instinto animal... Esa sinceridad es la que una mujer agradece y a la que se atiene...

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COSAMOSTRA es el heterónimo colectivo de 7 que se encontraron por azar, se reunen por necedad y han decidido escribir por necesidad.
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